Pequeñas muestras del cambio de chip
He pasado tres días de tensión, acompañando a un ser querido que entró de emergencia al hospital. Han sido días de estrés, de nervios, de dudas, de estar atenta a cada detalle y eso me hace sentir útil pero a la vez, agotada.
Pero esta vez, la cabeza no me dice que me merezco consentirme con comida.
Es hora de desayuno y estoy sentada de la cafetería del hospital, frente a mí, un plato de papaya, un café y un instante sereno. Respiro. Me siento bien. Disfruto cada bocado de mi fruta y abrazo con las manos mi taza, para alejar el frío de la mañana y los nervios del alma.
En el menú hay todo tipo de desayunos que antes me habrían parecido tentadores pero hoy no. Veo mi fruta y entiendo que comer esto no es limitarme a comer “de dieta”: es elegir lo que me sirve para conseguir lo que quiero. En serio: veo el menú y lo que dice me hace pensar en el reporte que me daría la pesa mañana si me lo comiera, y en la frustración que sentiría por haberme consentido con comida que no me sirve para cuidar este peso que valoro.
Cuidarme requiere oponerme activamente a lo que el mundo sugiere, y ser
yo quien elige cómo quiero comer. Son pequeños cambios que hacen al cuidado sostenible: antes de salir corriendo de mi casa a la emergencia, llevé una hielera capaz de sostenerme por 24 horas con cosas que sí quiero y debo comer. A pesar de la vorágine, cuidé mis horarios de comida, mi ingesta de líquidos y mis alimentos y por eso, mi tratamiento para mantener el peso no se vio afectado y puedo tener paz en ese aspecto de la vida.
A veces, como cuando le gané al supermercado, o logro disfrutar de comer de forma adecuada a pesar de la tormenta, de verdad puedo ver cómo voy cambiando de chip.
PD: una vez fuera del hospital, me relajé y me di un permisito y la pesa me lo cobró. Como les digo, no siempre gana el torero y el aprendizaje jamás acaba.