La válvula de alivio
No todos nacen para maratonistas. Algunos son excelentes para correr los 100 metros y llegan a la gloria olímpica estilo Usain Bolt. La medalla olímpica de oro en maratón vale lo mismo que una de los 100 metros planos, porque sabemos que ambos son atletas de alto nivel, enfocados, esforzados.
Yo creo que para el tratamiento, yo no soy maratonista pero me estoy volviendo cada vez más experta en mi categoría. Me he caído varias veces y cada vez he aprendido algo. Hoy estoy pensando en esto porque entiendo la insistencia de mi equipo de no caer en desbordes pero necesito, de vez en cuando, una válvula de alivio, un instante de descanso para retomar mis fuerzas.
Lo digo porque en Plusvida insisten en cuidarse cada día, desde la mañana hasta la noche, hasta llegar a mantenimiento. Hablan de aprender a disfrutar el proceso, de aprender si padeces hambre física o antojo (hambre emocional), de encontrar otras fuentes de placer que no sea la comida, de ser creativos a la hora de entretenernos para no caer en la tentación de no comer lo que está fuera del plan. Algunos logran llegar a mantenimiento sin tener desbordes jamás, pero otros no. Y el no lograrlo genera en mi, a la larga, un sentimiento de culpa que últimamente me ha costado manejar y me pone en riesgo de querer abandonar porque al parecer, no doy la talla de los atletas que quieren en su equipo.
Estoy de acuerdo con todo lo que me han ayudado a aprender hasta ahora. El crecimiento personal al que me ha llevado el tratamiento es hermoso y lo atesoro con amor. La gente que me conoce me dice que me ve cada día más feliz, mi piel radiante. Lo mejor que he escuchado es “estás justo como cuando te conocí” (hace 30 años). Puedo mencionar muchísimos beneficios adicionales del tratamiento, que me llevarían varias páginas. Sin duda, lo más hermoso para mi es que ahora al fin, estoy aprendiendo a cuidarme. He ganado en continuidad y disciplina, he ordenado mi vida. Me he conectado con mis sueños y he actuado para lograrlos. Logré publicar mi blog. Ya salí de la preocupación por el peso porque entré en el rango de índice de masa corporal saludable, aunque no he llegado a la meta de mi nutricionista. Al fin salgo en fotos y en algunas siento que me veo bien. Uso ropa con talla de un solo dígito. He llevado mi tratamiento a todas partes: viajes, celebraciones, reuniones familiares y visitas a mi Abui. Todos los días me conecto a las conferencias o grabaciones y me mantienen enfocada. No me he rendido en casi 6 meses. Pero aún falta y estas últimas libras me están costando.
Cuando pienso en lo ganado, noto que al fin dejé de ponerme furiosa cada vez que me subo a la pesa porque ya sé qué sucedió si subí de peso o si bajé. He aprendido acerca de la constancia para hacer las cosas y puedo comprobar mis logros de forma palpable, más allá de las más de 40 libras perdidas. Hace meses, descubrí que mi problema principal era de continuidad, no sólo para la dieta sino para muchas áreas de mi vida. Por ejemplo, hacía mis 10K pasos diarios tres o cuatro días seguidos y luego me daba dos o tres de feriado. Hoy puedo ver en mi ap de fitbit que llevo 28 días seguidos con más de 10K pasos, con sólo uno en lo que no lo logré terminar porque tenía muy baja la presión. Eso es un avance. He aprendido muchas maneras de distraer mi mente de la comida cuando el antojo ataca, desde decirme un simple no, pensar que esto no es para siempre, cambiar de actividad, llamar a una amiga, hacer algo por alguien, ver videos de cómo maquillarme, hacerme un manicure o un frapuchino descremado muy gourmet. He aprendido muchas maneras de celebrar o consentirme, como lo atestiguan las frecuentes visitas al spa o a mi caja de ropa que ya no me quedaba y ahora está vacía. Me encanta ir al sastre a hacer mi ropa consentida más pequeña.
Ya no me comporto igual y aunque no llego al peso al que tengo que bajar, durante casi 6 meses he estado cada día un poco mejor.
Hace días que mi cabeza se puso en huelga y tras días de resistirla con alegría, buena disposición y creatividad, ayer no pude más. Quería a toda costa algo que no debo permitirme en este momento. Hablé con mi equipo para ver si me ayudaban a detener ese antojo que era 100% hambre emocional y aún con toda su buena voluntad, no pudieron decirme nada nuevo, nada que yo no supiera ya y hubiera intentado. En contra de sus consejos, me di el gusto de refaccionar café, medio postre y algunas papalinas, recordando que Haylie Pomroy dice que si hemos de comer lo que no debemos, que sea muy de vez en cuando y disfrutando, porque el cargo de conciencia engorda. Hoy la pesa dice una libra más, y me lo esperaba. Estoy en paz. Quizás mi desborde controlado de ayer fue como un temblor necesario para que no hubiera un terremoto. Hoy me resguardo de nuevo bajo las alas de mi cuidado, y retomo feliz mi tratamiento.
No busco justificar la falta de disciplina. Simplemente yo necesitaba una válvula de alivio y no quiero caer en darle la vuelta a la moneda y caer en el terror de la comida o en, por el contrario, creer que de ahora en adelante todo se vale. Creo que aprender a cuidarme y a mantenerme de forma saludable es la verdadera meta. Yo no soy de las que llegan a la meta sin detenerse a descansar ni un instante, pero retomo mi carrera y mi reto de continuidad. No abandono, y estoy en paz.