Sin miedo a lo importante
Los viernes para mí son viernes de abuelita. Disfruto grandemente visitarla y consentirla. Pero cuando empecé a cuidar lo que como, visitarla se volvió algo terrorífico para mi. Antes, sólo tenía que preocuparme de ir arreglada, porque mi abui tuvo una tienda de ropa y aún guarda un alto sentido de la estética. Estando a dieta, la cosa se me complicó.
Resulta que a sus 91 años, van quedando pocas cosas que le encantan:. Puedo mencionar tres: las visitas de quienes la amamos, la comida y el buen vestir.
Recuerdo la primera vez que me pidió que le llevara su antojo del momento, trocitos de pollo empanizado, estando yo a dieta. Tuve que recurrir a mi equipo para que me guiaran, tomar agua fría, bajar las ventanas del carro y masticar chicle de menta para evitar que se me metiera el pollo en la cabeza y cayera. Ahora sonrío al recordar todos los argumentos que tuve que inventarme para rebatirle el ¿“y no vas a comer”? que me decía una y otra vez porque se le olvidaba que ya me había preguntado.–Estoy tomando un capuchino, abui. O –Sí estoy comiendo, mirá (y yo con mi gelatina o con mi yogurt). La frase ganadora fue :-sí voy a comer, Abui. Sólo espérame 35 libras (a lo cual ella reía como diciendo “¡sí pues! ¿quién puede bajar 35 libras?”) Pero ya sólo me faltan como 25.
Hoy es viernes. Desde temprano preparé mi lonchera y mi maletín con la ropa bonita que me pondría al salir de mi clase de danza. Al terminar la clase, noté con horror que había olvidado mi maletín. Pensé seriamente no visitar a mi fashion police para evitarme la vergüenza de llegar en esas condiciones. Pero luego pensé: ¿Y qué es más importante? ¿Cómo vaya o que vaya? Entonces la llamé. Esta vez no quiso ir a pasear a la calle, pero me pidió sus camperitos. No dudé por un instante el pasar a traerlos, ni fueron problema para mí. Llevaba mi lonchera y mi frase ganadora. Bajé fachuda y sudada de gimnasio y ella me esperaba arreglada como la dama que es. Nos saludamos con alegría genuina, nos dimos un abrazo enorme y juntas disfrutamos del amor y de la visita. Ella disfrutó su pollo y yo la acompañé con lo que llevaba preparado. Lo valioso fue vernos y compartir el momento.
PD: Les presento a mi abuelita, Esmeralda. ¡Cómo la quiero!